Por algún motivo, lo primero que se le pasa a uno por la cabeza es probar el agua
A veces la curiosidad científica lleva a hacer cosas que en otras circunstancias nos parecerían una absoluta locura. En este aspecto, geólogos y arqueólogos tienen costumbres muy peculiares que consisten básicamente en chupar aquellos hallazgos que se encuentran. Esto les permite identificar rápidamente el material ante el que se encuentran y descubrir en qué están trabajando. Esto puede dar lugar a fenómenos francamente desagradables, pero su propia curiosidad ayuda a determinar cuestiones que pueden ser cruciales. Así, aunque existen muchas maneras de datar la historia geológica y magnética de nuestro planeta, una geóloga encontró el agua más antigua del mundo y cómo no, decidió probarla.
El sabor del agua más antigua del planeta
A una profundidad de aproximadamente 3 kilómetros, los investigadores encontraron agua que se estimó tenía entre 1.5 mil millones y 2.64 mil millones de años de antigüedad dentro de una cueva de Canadá. Este hallazgo, liderado por la profesora Barbara Sherwood Lollar y su equipo, es notable no solo por la edad del agua, sino también por su volumen sustancial, fluyendo a tasas de litros por minuto, por lo que decidieron publicar un artículo en Nature al respecto.
Se podría pensar, que se trataba de una pequeña cantidad de agua atrapada en la roca, pero lo cierto es que no, sino que se trataba de una corriente de agua bastante significativa y notable en su volumen. Al analizar el sulfato presente en el agua, detectaron una huella que indicaba la presencia de vida, y concluyeron que esta señal tenía que haber sido producida por microbiología a lo largo de un periodo de tiempo muy extenso.
Sorprendentemente, en un entorno sin luz, los microbios sobrevivieron utilizando sustratos producidos por la radiación. Se descubrió que el sulfato en esta agua antigua no provenía de la superficie, sino que se generaba en el lugar mediante reacciones entre el agua y la roca. Un proceso que duró miles de millones de años, una cifra que cuesta de imaginar teniendo en cuenta que somos seres humanos y que los ciclos de vida de los mamíferos son cortos.
Es cierto que este hallazgo tiene implicaciones muy importantes, pero todo el mundo se ha preguntado exactamente lo mismo: ¿a qué sabe esta agua? Afortunadamente, gracias a la curiosidad humana tenemos respuesta, pero seguramente no resulte del todo sorprendente, ya que todo apuntaba a que iba a resultar desagradable de beber y así ha sido. Sherwood Lollar, la directora del estudio, en un gesto muy propio de los geólogos, probó el agua y descubrió que tenía un sabor muy salado y amargo, mucho más salado que el agua de mar, lo cual no es sorprendente considerando que ha estado ahí encerrada por más miles de millones de años.
Si eres un geólogo y has trabajado con rocas, probablemente hayas chupado muchas rocas. [Esta agua] era muy salada y amarga, mucho más que el agua de mar – Sherwood Lollar.
Ahora bien, aparte de lo anecdótico, el estudio guarda un valor fundamental para entender cómo la formación de la vida se puede producir en entornos muy hostiles. Este hallazgo sienta un precedente inédito al hacernos conscientes de que la vida puede sobrevivir por miles de años en un lugar que en principio no reúne las condiciones ideales para ello. Por este motivo, cuando miremos a las estrellas nos podremos encontrar con que hay vida en lugares inesperados.
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Autor: Esteban García Marcos